Antes de llegar al cielo
está el lugar en el que habita;
desde su alcoba se divisa toda la llanura,
se imagina el mar
y aún más allá del mar:
cualquier lugar al que podamos llegar en sueños
o su taller desordenado,
repleto de trastos viejos
a la espera de ser convertidos
(cuando su mano los acaricie,
como la varita mágica del hada y de los cuentos,)
en muebles nuevos.
Si pienso
o digo
o escribo
que en ella todo son curvas,
líneas sinuosas,
ondulados trazos;
pensarán que soy vulgar,
ramplón,
simple…
mas es sólo que su mano, que dibuja,
no sabe esbozar la línea recta,
no sabe ir de un punto a otro punto
por el camino más corto,
como la vida, que siempre elige el más tortuoso para llevarnos a donde vamos,
que nos pierde en laberintos y marañas
con la sucesión de sus días,
de sus meses
y sus años
que pretenden durar lo mismo:
veinticuatro horas,
treinta o treinta y un días, trescientos sesenta y cinco…
y aún así no hay dos que sean iguales;
sólo lo aparentan
mientras permanecen diferentes en el recuerdo,
oscilantes,
como el vuelo de su falda
que se alza al ritmo de sus pasos,
o los pliegues de la toalla
que cruelmente oculta
lo que busca la mirada,
sin querer;
o tal vez sean la curiosidad y el instinto
quienes quisieran llevar los ojos más allá
de donde un no,
(que no desdibuja la sonrisa de sus labios),
marca el territorio
de mujer,
mujer hermosa,
aunque esto no importe en el poema;
porque pasarán los años,
envejecerá,
opaco se hará el brillo de sus ojos,
marcarán las arrugas su sonrisa
y seguirá siendo mujer y hermosa,
no sólo en el recuerdo
de tantas veces,
de una bicicleta que se queda atrás en el camino
mientras su mano se levanta para decir adiós,
hasta pronto,
luego te veo
y te cuento que me llamo Ana
y me callo que me encuentro mal,
que tengo ganas de llorar
pero también de seguir viviendo,
de seguir soñado
un sueño ante un estanque,
un proyecto y horas de trabajo
para hacerlo realidad:
La idea hecha palabra,
dibujo,
historia que se cuenta
que se pica,
compone,
enmaqueta,
imprime,
encuaderna,
distribuye
y llega al lector desconocido
para volver a ser palabra leída en silencio,
o en voz alta,
susurrada,
convertida en idea,
sueño,
historia que puede contarse
repetirse,
recordarse,
confudirse…
o ser poema,
versos como éstos,
para ella sólo,
sólo para ella.